Hubo un momento en el que se puso
en duda algo que hasta entonces era incuestionable. El cristianismo estaba
germinando su cuenta propio enemigo en sus entrañas, además de uno exterior, el
imperio Otomano. Aunque la palabra cristiana convencía no lo hacían sus actos.
Los abusos por parte del papado y la compra de indulgencias despertaron el
descontento hacia la iglesia, la perdida definitiva de su credibilidad. La
iglesia se había desvirtuado y corrompido, como resultado de hacer negocio con
el creer que ya nadie es capaz de creer de
verdad. Así en estos momentos, mientras la fe cristiana se derrumba el ojo
turco la mira de cerca.
Para Carrero Blanco, el siglo XVI
tiene muchas semejanzas con el actual, también vivió una de las graves crisis
de la cristiandad. Lepanto no es solo una victoria importante frente al enemigo
turco, es también la victoria de la cristiandad. A comienzos del siglo XVI, los
turcos disponen ya de todo el litoral del Mediterráneo oriental, desde el Canal
de Otranto a Egipto. Los turcos no estaban solos, a su empresa se unieron los corsarios berberiscos. Arud y Kairedin,
los hermanos Barbarroja, que tienen sus guaridas de piratas en las costas de
Argelia, se han apoderado de Túnez (1510) y de Vergel y Cherchel (1514). De
esta manera, el Imperio otomano contaba
con el refuerzo de las galeras berberiscas, así como los puntos de apoyo de las
mismas en la costa de África y el Arsenal de Argel.
En esta situación, muere en Francia
Luis XII y ocupa su lugar Francisco I (1515-1547). Al ano siguiente comienza en
España el Gobierno de Carlos V. En estos
años los intereses de estos gobernantes van a chocar. La cuestión de Milán les
va a tener ocupados mucho tiempo, las treguas por dominar este territorio van a
durar poco tiempo. La victoria de Pavía (1525), en la que el propio Francisco I
fue tomado como prisionero y después firmó la paz, no sirvió para librarse del
mapa a los franceses. Junto a el Sultán Soliman
el Magnifico, Enrique VIII de Inglaterra, los protestantes y el Papa Clemente
VII formaron una extraña coalición contra el Rey Católico, Carlos I de España y
V de Alemania.
Tiempo después, Pío V comprendió
que su Iglesia estaba en peligro y a quien se tenía que salvar no era a otro
que al Cristianismo. Pío V llamó a España y a Venecia, cuyos orgullos no les
permitían llegar al principio a un acuerdo. Pero pronto la religión común
eliminó las diferencias, Pío V sería el jefe de esta Santa Liga, en la que España y Venecia en plano de igualdad, serían
las dos potencias soberanas, sin más subordinación que la espiritual que debían
al Sumo Pontifice por su condición de Estados católicos. La
Santa Liga quedó constituida contra el
Sultán de Turquía, contra el de Marruecos y contra los reyezuelos berberiscos.
El plan de Don Juan de Austria era
salir cuanto antes hacia los mares de Levante y buscar al enemigo turco. A pesar de
convocar al Consejo de Messina, Dios ya había decidido por ellos, estaba de su
lado y el plan de Don Juan era el plan de Dios. De este modo, en Lepanto los turcos nada tenían que hacer
ante Dios.
-CARRERO BLANCO, L. 1948, Lepanto, Arbor, vol. 11, no. 35, pp. 181. [consultado: 6 de noviembre de 2014].